Panamá | 24-01-2019
Una brisa agradable se dejó sentir en medio de la multitud de jóvenes que desde el mediodía comenzó a congregarse en el Campo Santa María la Antigua, en la Cinta Costera. Eran cerca de las cinco de la tarde; y mientras el viento movía las palmeras plantadas en la costa pacífica; el papa Francisco abordó el papa móvil que luego empezó a desplazarlo en medio de los gritos emotivos de quienes con esperanza han recibido su llegada a Centroamérica.
Banderas de los cinco continentes ondean tras su paso. Posterior al recorrido, monseñor José Domingo Ulloa, arzobispo de Panamá, le da la bienvenida y le agradece “por haber elegido a este istmo centroamericano como sede de la Jornada Mundial de la Juventud”. Ulloa es consciente de que, con esta predilección, el papa Francisco les ha dado la oportunidad a muchos jóvenes centroamericanos-que han vivido en la exclusión-, de vivir esta experiencia.
Al costado izquierdo de la tarima principal un grupo de jóvenes sostienen una bandera gigante de Venezuela. Hacia al centro, otros alzan la bandera hondureña que se confunde con las de Nicaragua. El papa Francisco se pone en pie y un silencio puebla a las 350 mil personas reunidas a orillas del Mar del Sur.
Queridos jóvenes: […] con sus gestos y actitudes, con sus miradas, sus deseos y especialmente con su sensibilidad desmienten y desautorizan todos esos discursos que se concentran y se empeñan en sembrar división, en excluir o expulsar a los que “no son como nosotros”, les compartió.
Ese “no son como nosotros” del cual les habló el papa Francisco no se cimenta en la cultura del encuentro: “un llamado a atreverse a mantener vivo un sueño en común (…). Ese sueño por el que Jesús dio la vida en cruz y el Espíritu Santo se desparramó y tatuó a fuego el día de Pentecostés en el corazón de cada hombre y cada mujer, en el tuyo y en el mío, a la espera de que encuentre espacio para crecer y desarrollarse”, explicó.
Tras el ocaso, poco a poco se iluminan los edificios que se levantan como murallas en el ahora denominado Campo Santa María la Antigua. Los jóvenes continúan atentos al mensaje que el papa Francisco les comparte; y luego de pedir aplausos para las juventudes de los grupos originarios y afrodescendientes, anuncia una frase que suscita esperanza en la vida de los presentes: “el amor del Señor (…) sabe más de levantadas que de caídas, de reconciliación que, de prohibición, de dar nueva oportunidad que de condenar, de futuro que de pasado. Es el amor silencioso de la mano tendida en el servicio y la entrega que no se pavonea”.
Y finalmente, pregunto: “¿Creés en este amor? ¿Es un amor que vale la pena? ¡No tengan miedo de ese amor que gasta la vida!”. Al finalizar sus palabras se realizaron algunas peticiones, se cantó el Padre Nuestro y la Salve Regina; y mientras los peregrinos volvían a casa seguro pensaban en aquella propuesta que pretende darle respuesta al sueño de Dios.